Estamos obsesionados con los comienzos, más bien, con esa fecha especial que nos indique que es momento de empezar. Año Nuevo, el primero del mes o el lunes de la próxima semana se convierten en los días de mayores inscripciones en los gimnasios o las ocasiones en que, por alguna extraña razón sentimos una profunda inspiración que no se extiende más de siete días. Pero la ciencia advierte que la ocasión ideal se mide con otros parámetros.

Una psicóloga expuso cinco hábitos para ser feliz y eliminar el estrés

Los propósitos de Año Nuevo apenas sobreviven a un período de 365 días. Las investigaciones sugieren que sólo dos de cada diez personas cumplen con los objetivos ambiciosos del comienzo de etapa. "No conozco ninguna investigación que demuestre que comenzar de cero en enero, octubre o cualquier otro mes aumenta la probabilidad de mantener un nuevo comportamiento", dice Wendy Wood, psicóloga conductual de la Universidad del Sur de California a National Geographic.

Pero otros expertos advierten que quizás sí existe un tiempo ideal para establecer nuevos hábitos, pero no en las condiciones que imaginamos. Aquí se consideran algunos factores que involucran el por qué de las motivaciones y la manera en que las seguimos.

Las desventajas de las metas colectivas y “simultáneas”

Si hay un factor común entre los propósitos de año nuevo son la colectividad y la misma época del año. Todos queremos empezar el primero de enero, o el lunes, o al comienzo del invierno. Los rituales colectivos, como los propósitos de Año Nuevo, afirma, “satisfacen el impulso humano de encajar, sentirse apoyado y formar parte de algo más grande que uno mismo”, advierte Selena Bartlett, neurocientífica de la Universidad Tecnológica de Queensland en Brisbane, Australia. También, está la cuestión que los psicólogos llaman “hitos temporales” y que se definen como "que se sienten como una pizarra en blanco o un nuevo comienzo porque nos permiten separar mentalmente nuestros hábitos pasados de los objetivos futuros",

Pero los especialistas señalan las desventajas de ambos factores. Por un lado, las metas colectivas pueden llevar a comparaciones externas. "Que algo parezca funcionarle a alguien no significa que tú estés fracasando, pero esa es a menudo la narrativa que nos contamos", dice Christine Whelan, profesora clínica y científica del consumo de la Escuela de Ecología Humana de la Universidad de Wisconsin-Madison.

Mientras que Katherine Milkman, profesora de la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania advierte que un problema de entusiasmarse por un nuevo comienzo es que es difícil mantenerse motivado meses después, cuando el nuevo hábito "ya no se siente fresco ni nuevo".

El momento ideal para comenzar

Estas razones muestran por qué no siempre es sensato vincular los nuevos hábitos con momentos fugaces o con personas que piensan (temporalmente) igual y, en cambio, identificar razones profundas y personalmente significativas para cambiar.

Wood llama a esos momentos "puntos de inflexión", como por ejemplo,  una próxima reunión de exalumnos de la secundaria que te hace querer perder algunos kilos, sobregirar tu cuenta bancaria y darte cuenta de que es hora de mejorar tu carrera,  o sufrir un susto de salud que te hace despertar y darte cuenta de que es hora de priorizar un estilo de vida más saludable.

Hong explica a NatGeo  que esos momentos tienden a brindar sentimientos duraderos de motivación "porque están arraigados en algo significativo y más profundo que simplemente seguir la corriente de los demás".

Al mismo tiempo, no hay que esperar una llamada de atención. "Realmente no hay razón para posponer los cambios que sabes que deben ocurrir", afirma Kyle Smith, científico del cerebro y del comportamiento del Dartmouth College. "Si tu cuerpo te dice que cambies algo, escúchalo y no esperes a que ocurra algo drástico".